viernes, 2 de diciembre de 2022

Rutina 22

Camino todos los días el mismo recorrido. Para mí, ahora es habitual tener una cierta rutina que permita dedicarme a priorizar mis pensamientos. Merodeo sin más por la zona, sin ver realmente a nadie, sin ninguna intención más que mi propia obligación de mantenerme con vida.

Ocultas entre los páramos, me acechan las miradas, constantes y empeñadas en quebrarme. Con el más leve de mis disimulos, aprieto el paso mientras revuelvo mis pertenencias. Encuentro las llaves, las hago revolotear y encajo la llave en la cerradura. Mientras miro hacia atrás, doy un giro y un empujón: "Por fin, de nuevo en casa".

lunes, 19 de agosto de 2019

Dando bandazos

Deambulando por los océanos en búsqueda de un tesoro tal vez escondido, sin saber siquiera de su existencia, solo con la esperanza y sin mapa alguno más que las pocas ideas que me indican las heridas que arrastro, causadas tal vez por mi búsqueda y a veces por renegar de ella.

miércoles, 3 de abril de 2019

Mentiroso compulsivo

La épica de mi sorprendente relato es una mera interpretación subjetiva que destaca las partes por las que vivo y oculta por completo las partes que probablemente incitarían a la crítica ajena. Me he convertido en mi propio censor. Supresión como mecanismo de defensa, a veces noto que se me escapan las ganas de vivir de las manos y las echo antes a la trituradora, para luego volver a recogerlas y buscar la forma de volver a darles forma durante las semanas posteriores al golpe.

lunes, 4 de marzo de 2019

El verano ya no existe

El verano ya no existe,
bajo nuestros tejados de amianto,
se adivina viento seco
desde dentro, cotidiano camposanto.

Autoconsciencia del tiempo,
marea dura de pensamientos
golpea y fractura sin cesar
sueños de azul y mar fresco.

miércoles, 13 de febrero de 2019

Ya no hay

Fella y Johnny reptaban lentamente entre los matorrales y plantas silvestres cuando de repente el suelo sobre el que se situaba Johnny se precipitó.

martes, 8 de enero de 2019

Cortejando el último recurso

Bailando la danza del mundo me encuentro reflejado en el espejo del absurdo. Me miro y soy consciente de ello. No me siento integrado, pero sigo bailando. A través de los sitios y las horas, desvanezco cada parte que a lo largo de las negociaciones he entendido como feas, y refuerzo e intento mostrar las partes de mí que he podido entender como aprovechables.

jueves, 4 de octubre de 2018

Asado

No hay opción (nunca la hubo).

Caminando por el mismo camino de siempre, a pesar de haber intentado cambiar de ruta. Las zarzas me han llenado de callos las piernas, y las ansias por oler y sentir se han convertido en arena.

Las flores, los parajes que busqué durante años con tanta perseverancia, ya no significan ni de lejos lo que significaron para mí. De todos los caminos que escogí, uno tras otro, he ido perdiendo la motivación, y la belleza que había en ellos se ha quemado por el calor. ¿Han cambiado ellos, o he cambiado yo?

Cada vez más árido, más triste, más feo. De tantas opciones, ahora sólo parece que una: vagar por este desierto, sin razón alguna y sin consciencia, muriendo y sin lugar en el que caer muerto, sin saber exactamente por qué, subsistiendo con las migas que encuentro y con las pequeñas dosis de droga que fabrico y autoconsumo.

Como una telaraña que entrelaza caminos, para acabar uniendo todos sus hilos en una gran parte central, en la que me hallo atrapado, preguntándome si ha valido la pena llegar hasta aquí y si encontraré algún oasis en el que subsistir, antes de que me devore el tiempo.

Todo el deseo dirigía a la búsqueda, y la búsqueda al golpe, y el golpe a la apatía de estar en un sitio en el que no quieres estar, pero en el que crees profundamente estar atrapado y del que crees que nunca escaparás, porque tampoco hay vuelta atrás.