lunes, 13 de junio de 2016

Lo que es y lo que no es amor

Anoche, o más bien ya de día, hace un rato, entre tantas vueltas que di en la cama, me dirigí a mi subconsciente antes de dormirme, entre sus luces de oscuridad y psicodelia, y le dije:

—Me gustaría recordar lo que sueñe.

Ya sabéis. Simples técnicas para practicar con la memoria y los sueños, y para iniciarse en el mundo de los sueños lúcidos. Últimamente he estado descentrado, y aunque se lo he pedido muchas veces, no me lo ha concedido; en cambio, esta noche sí.

Sé que he tenido varios sueños a lo largo de esta breve noche, pero el que paso a relataros ocurría dentro de un piso, con la oscuridad común del que no quiere abrir mucho las ventanas por manías irracionales. Allí, dentro de una habitación pintada de blanco, con una mesa y cuatro sillas; en una de ellas me encontraba yo, sentado. Desde la silla donde estaba sentado, se veía la puerta de la entrada a casa, aunque cuando entraron realmente no los vi entrar por la puerta de casa, y siquiera sé si escuché algún timbre. Cosas de sueños.

Sé que entraron él y ella. Él siquiera hablaba; ella, en cambio, era como si me conociese de toda la vida. Ella era la luz de ese sueño y el motivo por el que me he dedicado a escribirlo.

¿Cómo estás? —me dijo.
Bueno, ya sabes: como siempre —probablemente le contesté.

La verdad es que no recuerdo bien la parte de las presentaciones, pero en mis sueños suelo ser tal y como soy (o como me gustaría ser, también) en la realidad.

Cuéntanos qué podemos hacer para divertirnos —bajó la cabeza—. Es que nuestra vida se ha vuelto algo monótona.

Parecía que le diese voz a mis sentimientos. Me pareció muy bonito que se atreviese a decir aquello. Recuerdo que ahí puede que aún estuviese él, por lo que me parecía aún más genial, porque esto significaba que no tenían reparos entre ellos a decirse lo que sentían; siquiera fuera de su misma relación, para mostrarlo a gente externa, sin ningún tipo de complejo.

Pues la verdad es que yo tampoco tengo mucha idea de qué hacer —probablemente le volví a responder—. Mi vida también se ha hecho lamentablemente monótona.

En ese momento, como un estigma, apareció cruzando por delante de la puerta, y pude distinguir una mirada que catalogaría como maligna, despreciable, incomprensible e innecesaria.

Mira —se levantó de la silla que se había sentado anteriormente, la que estaba situada delante de mí, y me enseñó una conversación en el teléfono móvil—. Nosotros hacemos esto para entretenernos.

Me enseñó y me explicó una especie de esquemas ingeniosos hechos con emojis, los cual me he despertado y no sé ni cómo mi cabeza ha podido imaginarlos.

Al acabar de explicarlo, bajo mi asombro, se volvió a sentar en su asiento, me miró y me dijo algo como:

— Podemos hablar, si no te molesta hacerlo.

La miré y de repente sus ojos se volvieron rojos, y me pareció que su cara se veía también más roja, e hinchada. Sé que él ya había salido, o puede que así lo haya soñado, por tener asumido que una persona no va a mostrarse delante de gente más externa cuando también está cerca una persona con la que se comparte algún tipo de relación sentimental, sea del tipo que sea. Me levanté, sin pensarlo, y la abracé. No tenía nada y aún menos a nadie que me lo impidiese, física o psicológicamente; al menos, dentro de la habitación.

— Claro que no me molesta.

Una vez recuperada, dijo:

— Tu abuela me lo contó. Lo siento. ¿Qué te ocurrió?

De repente, pude recordar que mi abuela sabía que había escrito una entrada de blog donde escribía sobre algo malo que me había ocurrido. Reitero: cosas de sueños. Esto es completamente absurdo, pero en fin. Le contesté:

— Sí. Sé que mi abuela sabía que había escrito una entrada de blog contando que me pasaba algo, pero antes de eso, me pasó otra cosa más grave que siquiera escribí.

Supongo que serían las mierdas que tengo siempre dentro de la cabeza. No sé. Me da igual. Lo importante de todo esto era ella. Podía sentir su preocupación en todo el sueño; podía sentir que estaba allí porque quería estar; podía sentir la amistad de una persona del sexo contrario, sin sentir las preocupaciones de la hipersexualización de la sociedad, o de los infames instintos humanos, de los que gran parte del ser humano es y será profesional de renegar. Sentí la tranquilidad del sueño, y toda esa tranquilidad era gracias a ella.

Que por cierto, haciendo un inciso: ella. En la vida real, ella me da la sensación de que me esquiva para no saludarme por la calle, y siquiera es una persona a la que le tenga mucho aprecio, pero sí recuerdo que tuvimos una cierta amistad hace mucho tiempo, antes de uno de esos conflictos tan absurdos que separan a personas indefinidamente. Él, en cambio, siquiera pude apreciar su cara, pero me recordó a una persona que no tiene que ver con ella, lo que también me dio a pensar que ella pudiese estar basada en la pareja sentimental de él de la vida real, con la cual también he compartido alguna palabra amable. En fin. Esto es más un recordatorio para mí, que algo que vaya a resultarle más que curioso a alguien más.

Es una lástima no acordarme mucho más de la conversación. Sé que en algún momento pude vislumbrar de cierta forma astral la parte de fuera de la habitación. Poco después, cambió la escena completamente. Aparecieron dos personas conocidas. Una pareja, de repente, sin más, discutiendo. Parecía que a él le gustaba la dueña del sueño (llamémosla así), y ella, su pareja, le gritaba y le hacía sentir mal por ello; lo que suele ocurrir normalmente cuando dos personas se quieren. Mientras, la dueña del sueño los miraba, como impresionada, y sin entender mucho qué ocurría, tal y como lo estaba haciendo yo. Me dio la sensación de que podía que incluso al chico se le hubiese puesto erecto el pene, y por ello, tal escándalo. Un clásico se repetía en mi mente.

De repente, me desperté con el sonido de los pájaros. El que tenía el pene erecto era yo. Daba que pensar. Me desperté bastante tranquilo, y me sentí bastante despejado, a pesar de que al mirar el reloj fuesen las siete y veinte de la mañana (he vuelto a releer el texto y me ha gustado esta forma de expresarlo, como si solo hubiese podido ocurrir mirando el reloj, y no de forma independiente a mi acción). Repetí las escenas en mi mente; las frases; los gestos; la tranquilidad. Puede que me alterase un poco, porque escuchaba de muy cerca a los pájaros, y me dio algo de pánico imaginar que algún pájaro pequeñito se hubiese podido colar en mi habitación, y me imaginé algunas formas de ayudarlo, siempre con cuidado de no lastimarlo; desde el primer minuto, dándole vida a mi ansiedad. Finalmente, me centré, y me decidí a escribir.

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