jueves, 4 de octubre de 2018

Asado

No hay opción (nunca la hubo).

Caminando por el mismo camino de siempre, a pesar de haber intentado cambiar de ruta. Las zarzas me han llenado de callos las piernas, y las ansias por oler y sentir se han convertido en arena.

Las flores, los parajes que busqué durante años con tanta perseverancia, ya no significan ni de lejos lo que significaron para mí. De todos los caminos que escogí, uno tras otro, he ido perdiendo la motivación, y la belleza que había en ellos se ha quemado por el calor. ¿Han cambiado ellos, o he cambiado yo?

Cada vez más árido, más triste, más feo. De tantas opciones, ahora sólo parece que una: vagar por este desierto, sin razón alguna y sin consciencia, muriendo y sin lugar en el que caer muerto, sin saber exactamente por qué, subsistiendo con las migas que encuentro y con las pequeñas dosis de droga que fabrico y autoconsumo.

Como una telaraña que entrelaza caminos, para acabar uniendo todos sus hilos en una gran parte central, en la que me hallo atrapado, preguntándome si ha valido la pena llegar hasta aquí y si encontraré algún oasis en el que subsistir, antes de que me devore el tiempo.

Todo el deseo dirigía a la búsqueda, y la búsqueda al golpe, y el golpe a la apatía de estar en un sitio en el que no quieres estar, pero en el que crees profundamente estar atrapado y del que crees que nunca escaparás, porque tampoco hay vuelta atrás.

No hay comentarios:

Publicar un comentario