lunes, 4 de marzo de 2019

El verano ya no existe

El verano ya no existe,
bajo nuestros tejados de amianto,
se adivina viento seco
desde dentro, cotidiano camposanto.

Autoconsciencia del tiempo,
marea dura de pensamientos
golpea y fractura sin cesar
sueños de azul y mar fresco.

Dolor al recordar,
a los que estaban y se fueron,
pájaros, luces y caras
incrustadas en calurosos recuerdos,
mas las tardes aquellas tumbadas en sombra,
aquí en vilo aún espero.

Familia de la que se junta,
no de sangre, sino real,
sin pretensión de ser más
que gota de agua en mar.

¿Qué será de mí hoy,
que os recuerdo y me pongo triste,
y al mismo tiempo me alegro
de tener vía de escape, a pesar de que ya no existe?

¿Qué pensarán de mí los insensibles
a los que les dedico toda mi crudeza,
si cuando describo lo simple
de aquellas tardes de verano,
requebrajo el credo que profesan?

Me descompongo al recordarme
feliz, sano y sin agobios,
ahora soy un cobarde,
triste, enfermo, sin arrojo;
lo digo sin alardes:
un fracaso en resquemor constante,
turbia tormenta de enojo.

Me apoyo por los rincones,
saludo a la primavera,
pienso en que vuelve el calor
y en que la calma ya no esta a mi vera.

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